La alfarería mexicana enfrenta retos para preservar su tradición ante la competencia industrial

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La alfarería en México, un arte popular con profundas raíces culturales, lucha por mantenerse vigente frente a la competencia de la producción industrial masiva. Marcela Calderón Bony, ceramista originaria de Patamban, Michoacán, explica que la rapidez y producción en serie demandada por el mercado actual resulta casi imposible para los artesanos, quienes trabajan siguiendo los ritmos naturales ligados a las estaciones del año.

Calderón Bony, quien aprendió el oficio en un taller tradicional y ahora enseña cerámica en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, destaca la riqueza del país en técnicas alfareras, pero lamenta la falta de conocimiento y valoración del oficio entre la población. Para ella, es fundamental que se reconozca la importancia cultural de este arte popular que se ha transmitido de generación en generación.

Los alfareros mexicanos no solo crean piezas utilitarias, sino que a través del barro comunican emociones, historias y la identidad de diversas culturas que se han desarrollado en el país. Marcela Calderón continúa la tradición familiar en su Taller36 en la Ciudad de México, empleando técnicas heredadas de sus padres, quienes mantienen vivo el arte de fabricar cántaros, tazas y cazuelas en Michoacán.

La ceramista subraya que el avance tecnológico ha desplazado materiales tradicionales por el aluminio, el peltre y el plástico, afectando la importancia y uso cotidiano de las piezas de barro en las comunidades. Además, señala que en las escuelas de cerámica mexicanas a menudo se enseña con métodos extranjeros, mientras que ella se enfoca en enseñar las técnicas autóctonas y ancestrales de regiones como Patamban.

En definitiva, la alfarería mexicana sigue enfrentando grandes desafíos para conservar su esencia y continuar siendo un patrimonio cultural valioso y reconocido en el país.